Capítulo 1
BPOV
Me encontraba como todos los fin de mes, camino hacia el
supermercado.
Ya era una costumbre.
Así que al llegar tome un carrito y saque del bolso la lista
de las cosas que necesitaría.
Me encamine al pasillo de frutas y verduras pero este estaba
muy congestionado por lo que decidí ir por un cereal. Mientras escogía entre
fresas o chocolate; escuche los gritos de las personas.
—Quieto todo el mundo—gritó un hombre que tenía cubierto su
rostro con una pasa montañas.
Todas las personas empezaron a emitir chillidos histéricos.
Por mi parte sólo pude el carrito y mire a los asaltantes; esperando que
sucediera lo peor.
Pero todo fue muy rápido, él que había emitido la orden hace
un momento clavo sus penetrantes ojos verdes que podían apreciarse en la
abertura de la pasa montañas en mi rostro, y sin miedo le sostuve la mirada
quedándonos unos minutos abstraídos mirándonos, olvidándonos de todo a nuestro
alrededor.
Y emitiendo una maldición, desvió su mirada.
—No se muevan —Su voz de terciopelo inundo el lugar. —Vamos
busquen los malditos papeles y la caja—dijo en tono autoritario a los hombres
que lo acompañaban.
Tres de los asaltantes se dirigieron a las oficinas y los
demás junto con él, se quedaron con el resto de los presentes.
El guardia de seguridad del supermercado pensando que no le
prestaban atención camino hacia ellos y él hombre de ojos esmeraldas soltó un
disparo.
Me tire al piso tratando de buscar protección; aunque estaba
segura que si quisieran matarme lo lograrían por muchas esfuerzos que yo
hiciera.
Cuando levante la vista para encontrarme con lo peor, el
Guardia había vuelto su antigua posición.
El hombre de ojos esmeraldas volvió a mirarme y susurró algo
a otro hombre encapuchado que se encontraba junto a él.
Este asintió y sin disimulo alguno me miró.
Caminó hacia a mí a paso lento, provocando que la multitud
hullera para quitarse del camino a cada paso que este daba, y al quedar frente
a mí; se agacho.
—Espera mi señal —susurro en mi oído. —Si no lo haces, date
por muerta.
Ahogue un sollozo.
—Gritare el monosílabo "ya", y caminarás atrás de
ese Stan, allí habrá alguien esperándote. — me miró a través de sus ojos
oscuros. — Sabes lo que te pasará si no lo haces.
Se levantó con gracia a pesar de su tamaño y lo musculoso
que era y caminó hacia donde su jefe o eso suponía por el tono autoritario que
el hombre de ojos verdes tenía.
—Ya está Jefe —dijo unos de los hombres que envió a la
oficina confirmando mí suposición. Los otros dos venían con unos sobres y una
bolsa negra.
—Nadie se mueva hasta que estemos fuera. —Dijo el hombre de
ojos oscuros —Y saben los que le va a pasar si hablan. —Soltó un disparo al
aire.
Luego clavo sus ojos sobre los míos y con voz suave
pronunció el pequeño mandato que cambiaría mi vida para siempre. — Ya. . .
Me levanté con piernas temblorosas y tropecé dos veces con
mis propios pies mientras intentaba correr. Cuando al fin pude lograr salir por
donde el musculoso me había indicado; al llegar él mismo me estaba esperando.
—Sígueme—ordeno y camine muerta de miedo hasta una
camioneta. —Entra—dudé un momento, ideando una forma de escape, pero me
encontraba tan nerviosa que mi mente se encontraba como bloqueada. — Sabes lo
que te ocurrirá si no lo haces, ¿Cierto?- inquirió con voz mordaz.
Y entre en la camioneta con lágrimas cubriendo mis mejillas.
El viaje duró aproximadamente 30 minutos.
Y resulto horroroso ya que me encontraba sentada entre dos
enormes hombres, que en tamaño eran como tres veces yo y ni se diga en cuerpo;
que esperaban el mínimo movimiento para causarme daño.
En una de las curvas el chico de ojos oscuros se quitó el
pasa montañas y me miró. Su rostro era como el de un niño grande, su cabello
rizado oscuro del mismo tono que el de sus ojos contrastaba con su piel blanca
y los hoyuelos de sus mejillas.
— El Jefe quiere hablar contigo—lo mire aterrada ahora si
estaba consciente del peligro que corría.
No tenía idea que quería de mí el hombre de ojos verdes.
—Tranquila—dijo. —No te va hacer daño.
Se lo pensó un momento.
— Claro está, si cooperas.
No le respondí, sólo deje escapar un sollozo.
—Ya llegamos—murmuro.
Salió de la camioneta tirándole el chaleco anti-balas a un
hombre que lo esperaba fuera.
— Bájenla —le ordenó a los grandulones.
Estos me ayudaron a bajar de la camioneta y cada uno se
colocó a un lado mío.
—Vamos —dijo y lo seguí con los ojos clavados en el suelo.
Con valentía mire alrededor de ver y quede impresionada.
Era una casa de tres plantas, de un blanco elegante. Fuera
de esta había un gran jardín y muchos árboles que la rodeaban.
Cuando estábamos justo al frente de la puerta está se abrió
y salió una mujer que parecía una miss universo; Alta con un cuerpo de revista,
de ojos azules como el mar y cabello rubio que le llegaba hasta la cintura.
Correo hasta el hombre con cara de niño y lo beso con un
pasión; que tuve que desviar la mirada.
—Emmet—canturreo eufórica— Has llegado—dijo llena de
satisfacción y le plantó otro beso.
—Sí—afirmó este— Aquí estoy amor.
La rubia lo abrazó, y fue en ese instante que se dio cuenta
de mi presencia. Se separó de él y lo miro ceñuda.
— ¿Quién es ella Emmet? —preguntó enojada.
—Mejor porque no se lo preguntas a tu hermano— respondió con
una sonrisa tensa.
—La secuestraron Emmet—dijo la chica rabiosa—Es que están
locos. — murmuro elevando varias octavas su voz.
—Tranquila Rose—le dijo el tal Emmet— No creo que esté por
mucho tiempo.
La chica lo ignoró, y camino hacia mí.
Me observo detenidamente y sonrío.
—Hola soy Rosalie Cullen—dijo extendiendo su mano.
—Bella Swan—dije estrechando la mano entendida.
No sé porque pero ella me inspiraba confianza.
—Ven—dijo halando mi brazo. —Te mostraré la casa.
Dude un instante y el cara de niño asintió.
La casa era mucho más hermosa por dentro, que por fuera.
Pintada de colores claros, contrastaba con los muebles.
Subimos al segundo piso y entramos a una recámara que era
como el tamaño de mi pequeño departamento.
Me indico que me sentará y así lo hice, pues estaba hecho un
charco de nervios.
—Tranquila Bella—dijo— No dejaré que te suceda
nada—aseguró—Es más, no creo que mi hermano sea capaz de hacer algo que tú no
quieras. —sonrió.
Sólo pude asentir.
Si no quisiera hacerme daño no me hubiera secuestrado. Gritó
una vocecita furiosa.
—Cuéntame de ti. —dijo Rosalie con un sonrisa.
Tomo asiento en una hermosa butaca frente a mí y cruzo las
piernas con tanta elegancia que la mire atónita.
—Sabes no tengo amigas aparte de Alice, —confeso. —y me
gustaría que tú fueras mi amiga. —Sonrió.
-¿Estudias?
-No. —respondí. —Por ahora trabajo en una biblioteca—
sonreí, pues adoraba hablar de mi trabajo del cual me sentía muy orgullosa. —Es
el trabajo perfecto.
Me miró ceñuda. Había confusión en su rostro.
—Es que me encantan los libros—explique. —Algún día quiero
llegar a ser una gran escritora. —Sonreí al pensar en eso. Era mi sueño desde
pequeña.
— ¡Qué bien! eres una persona llena de metas. Espero comprar
tu Saga— dijo y reímos.
—Espero poder autografiarlos —dije y nos reímos más.
El sonido del toque a la puerta interrumpió nuestra plática.
Rosalie con la elegancia de una modelo de pasarelas fue a
abrirla.
—Pasa—dijo entre dientes.
Rosalie debemos irnos—manifestó Emmet en tono serio. —Tu
hermano ha llegado y quiere hablar con la chica.
—No la pienso dejar sola Emi— lo contradijo Rosalie.
—No pasara nada preciosa, él no le hará daño sólo quiere
conversar con ella.
— ¿Seguro Emi? —pregunto Rosalie.
—Sí amor. Acaso, ¿Crees que te mentiría?
—Bueno te creo, pero tomare medidas. —Se giró hacia mí—Ten
Bella— me dio un celular. —Si el estúpido de mi hermano se llega a pasar me
llamas Ok.
—Está bien Rosalie— respondí tomando el celular.
—Rose, sólo Rose —sonrío —Aprieta el número 1 y estarás
llamando a mi casa si lo llegas a necesitar. Nos Vemos Bella —se acercó y me
dio un beso en la mejilla.
—Adiós Rose—me despedí agitando mi mano ya que ella se
encaminaba a la puerta.
—Bella— habló el cara de niño —Ve al tercer piso a la
habitación de la derecha.
Asentí cruzando mis brazos sobre mi pecho.
—Él hablara contigo allí. —termino diciendo mientras cerraba
la puerta.
Caminé hacia la gran ventana de cristal que estaba en la
parte de al frente de la recámara, y vi a Rosalie y Emmet subirse en una Hummer
(*).
Inspirando con fuerza me armé de valor y subí las escaleras
que Emmet había indicado, y con cuidado abrí la puerta de la recámara.
Por suerte no había nadie.
Sorprendida vi la gran cantidad de bolsos que se encontraban
sobre la cama; habían bolsas de Victoria Secret's, Guess, Gucci y marcas
reconocidas.
Pero ni siquiera me dio por curiosear.
Con calma me senté en la cama a esperar a que él se dignara
en venir.
La puerta se abrió.
Y rápidamente desvié la mirada. No tenía ganas de verlo.
—Hola —susurró— Espero que estés cómoda. —dijo amable. —
Podrías mirarme por favor- pidió perdiendo la paciencia al ver que lo ignoraba.
—No—dije con mucha valentía.
—Por favor... — suplicó con su maldita voz de terciopelo.
¡Qué tramposo! quien no iba a ceder con una voz así.
Giré la cabeza lentamente para encararlo. Y me quede
paralizada.
Era el hombre más hermoso que había visto en mi vida.
Alto de tez lívida y pómulos fuertes y sonrosados, sus ojos
eran verde esmeralda como los recordaba y su pelo cobrizo alborotado. Su cuerpo
era la tentación, era musculoso y sus brazos se veían fuertes. Era un dios
griego traído desde el mismísimo inframundo.
— ¿Cómo te llamas? — Preguntó con una sonrisa pícara, él muy
idiota había notado como había babeado como tonta al mirarlo.
—No te importa —respondí. Y desvié la mirada.
—Sí que eres valiente —se acercó con cuidado a la cama.
—Pero si me importa demasiado; ¿Cómo te llamas? — se agacho y rozo mi mejilla
con el dedo pulgar.
Sentí como mi estómago se llenó de mariposas y miles de
choques eléctricos traspasaron mi piel.
—Bella—pronuncie en shock— Mi nombre es Isabella, pero
prefiero Bella.
—Pues Bella será preciosa —dijo y volvió a tocar mi rostro.
—Mi nombre es Edward Cullen.
—Uno no soy tu preciosa y dos no me toques. —le espeté. —
¿Qué quieres de mí? —pregunte desafiante.
—Te quiero a ti—respondió con convicción.
—Eso no va a pasar —susurre al borde de la histeria y de un
salto me pare de la cama. —Nunca voy a ser tuya.
—Nunca digas nunca pequeña—murmuro en mi oído.
Eso me hizo estremecer y el rió bajito.
—Déjame irme— supliqué —Por favor.
—Tienes familia —Inquirió furioso.
—No— respondí temblorosa temiendo por Charlie.
—Entonces no me pidas eso—paso sus brazos por mi cintura —Te
acostumbras te lo juro.
Y sin más preámbulo me beso.
Cuando sus labios hicieron contacto con los míos no me pude
controlar, le respondí a ese beso con una pasión descontrolada que desconocía.
Era la primera vez que alguien me besaba los labios y sentí
que viajaba al cielo, aunque el que me besara fuera mi secuestrador.
Con ternura paso su lengua por mi labio inferior, pidiendo
permiso para penetrar en mi boca y loca de deseo se lo concedí.
Nuestras lenguas danzaron como si fueran una sola en una
batalla campal por aplacar nuestra sed.
Nos separamos cuando fue necesario el aire y me abrazo.
Entonces, fue cuando recordé que ese hombre al que gustosa
había besado, había sido aquel que ordeno mi secuestro. Y sin pensarlo lo
abofetee con fuerza.
— ¡Estás loca! —exclamó con el rostro desencajado
acariciando la mejilla ya rosada por la bofetada. — No voy a obligarte a nada
Bella, pero no saldrás de esta casa.
¡Te odio! —grite golpeando su pecho.
—Pronto dejarás de hacerlo preciosa. —susurro mientras olía
mi cabello. —Pronto estarás debajo de mí gimiendo y rogando que te posea.
Me beso la frente y salió de la recamara con una sonrisa
estúpida curvando sus hermosos labios.
Lo que más me enojaba; es que sabía que estaba a punto de
caer en su juego, pues sus caricias, el tono de su voz, su presencia, su olor y
el beso me estaban haciendo sentir cosas extrañas que nunca imagine llegar a
sentir .
Tire mis tenis en un rincón del cuarto y aparte los bolsos
de la cama. Y pensando en el hombre de ojos esmeraldas caí en los brazos de
Morfeo